Semáforo rojo es la película menos común de su director, Mario Bava. Mientras que la anterior filmografía de este hombre está plagada de historias de terror y fenómenos paranormales, Semáforo rojo es realista, sin monstruos ni fantasmas. En cambio, lo que tenemos es algo mucho peor que eso; personas hijas de puta, mucho más peligrosas que cualquier monstruo.
La historia trata sobre un grupo de crueles atracadores que huyen de la policía en un coche robado, tomando como rehenes a una mujer, un hombre y su hijo.
A partir de aquí la acción transcurrirá casi en su totalidad dentro del coche, en un caluroso día de verano, lo que hace que la película resulte bastante asfixiante y agobiante. Con sólo ver a esos tipos dentro del coche, empapados en sudor y apretujados, te dan ganas de darte una ducha fría para refrescarte un poco.
Los atracadores/secuestradores responden a los sobrenombres de Doctor, bisturí y treinta y tres, este último interpretado por George Eastman (que en realidad se llamaba Luigi Montefiori), al que luego veríamos, de forma irreconocible, en Gomia, terror en el Mar Egeo.
Esta pandilla de indeseables resulta especialmente odiosa por su falta de escrúpulos y crueldad, lo que hace que te pases toda la película deseando que mueran de la manera más jodida posible. El único que muestra un mínimo de compasión y humanidad es Doctor, pero aún así dista mucho de no ser un cabronazo.
Mario Bava, con poquísimo dinero, consigue hacer una película entretenida, violenta, tensa y agobiante, cuyo ritmo no decae en ningún momento y que te mantiene atento a la pantalla durante todo el metraje porque no sabes por dónde va a explotar.
La película se rodó en 1974, pero la productora cayó en bancarrota y todo el proyecto quedó cancelado cuando ya estaba prácticamente acabado. Todo el material referente a la película le fue quitado de las manos al director, incluyendo, evidentemente, el metraje rodado. Y así, durante años, la película estuvo cogiendo polvo en algún sótano, sin ser proyectada en cines.
En 1990 se consiguió terminarla bajo el título de Semáforo rojo, aunque originalmente se llamaba Rabid Dogs. De hecho, creo que en EEUU se llama así, pero no estoy seguro de esto.
La cuestión es que acabar la película se convirtió en una epopeya que duró años, y que el director murió sin poder verla acabada. Una pena porque, bajo mi punto de vista, es una de las mejores Series B italianas que he visto nunca.
Y por cierto, el final de la película es genial. Inesperado y cabrón a partes iguales.
ya en Bahía de sangre Bava mostró lo chunga que podía ser la gente. Esta todavía no la he visto, la tengo pendiente, pero seguramente caerá como todo lo de Bava. Por cierto, no sé si has visto la respuesta que te he dejado en Ronin pero lo repito: ¿viste la aclaración de géneros que te puse en Legend? Para que no te lleves sorpresas.
ResponderEliminarPues de Semáforo rojo a Perros rabiosos va un trecho. No conocía la peli, pero la has vendido muy bien así que la veré.
ResponderEliminarUn saludo.
Raül, acabo de responderte en tu blog. No lo había visto.
ResponderEliminarEiner, si te gustan las italianadas sucias, esta película te entusiasmará, fijo.