cuatro joyas de Buñuel

Buñuel es uno de esos directores extremos que me gustan. Unos lo aman, otros lo detestan, y algunos sencillamente no soportan su cine por ser tan personal y único.

Los amantes de David Lynch y de sus atmósferas enrarecidas y siniestras se sentirán como en casa a la hora de ver algo de Luis Buñuel, pues ambos directores tienen numerosas cosas en común, pero también existen suficientes diferencias entre los dos como para afirmar que se parecen y al mismo tiempo no lo hacen. A partes iguales, en resumen.

No he visto toda la filmografía de este director, pero tengo que admitir que de momento todo lo que he visto me ha gustado muchísimo, tanto por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y por sus bizarros argumentos, llenos de naturalismo y al mismo tiempo salpicados de elementos extraños.

Pasemos a comentar brevemente algunas de las películas de Luis Buñuel que, según mi humilde opinión, merecen ser reseñadas con mayor énfasis.

El ángel exterminador: Quizá la película más popular de este director, que como es costumbre suya arremete contra la clase burguesa, dando a conocer su peor cara y mostrándonos a los miembros de esta clase social como personas inhumanizadas. 

La historia gira en torno a un grupo de burgueses que acuden a una sofisticada fiesta con sus mejores galas y sus mejores maneras. Sinembargo, a medida que pasa la noche, algo extraño ocurre. La gente que ha acudido a dicha fiesta no ve la hora de irse, y cada vez que piensan que ya es tarde y deben volver a casa, algo les hace retroceder y permanecer en la lujosa casa para disgusto del anfitrión. 

Pasan los días y continúan encerrados sin razón lógica aparente, pero así es, y poco a poco se empezarán a perder los nervios y a mostrar su verdadera cara. La cara más alejada de los esmóquines y los modales refinados. 

Ensayo de un crimen: Archibaldo es un niño que, por culpa de una tremenda confusión, llega a creer que tiene el don de matar a quien quiera con sólo desearlo. Cuando crece, esto se convierte en un verdadero problema para él, pues en realidad nunca consigue matar con sus propias manos, lo que hace que acabe frustrado y desesperado por su incapacidad para arrebatarle la vida a nadie. Magnífica, por cierto, la escena en la que Archibaldo, víctima de la absoluta frustración, "mata" un maniquí incinerándolo. 

De nuevo, Buñuel crea un retrato deformado (o quizá no tanto) de la realidad, atacando otra vez a la burguesía, y de paso, confeccionando una comedia negra de corte surrealista. 

Viridiana: Muchos han catalogado a esta fantástica película de blasfema y grotesca. Personalmente creo que tiene algo de eso, pero yo lo que veo principalmente es el retrato egoísta de una monja que, creyendo haber sido violada, trata de hacer el bien ayudando a los pobre con el fin de conseguir el perdón de Dios. Pero en realidad se podría decir que los pobres le importan un pimiento, ya que, como he dicho antes, su verdadero propósito es ser perdonada, es decir, actúa por puro interés, no por bondad. 

Por otra parte, la película tira por tierra la clásica imagen del mendigo como un pobre viejecito sin cobijo ni nada que llevarse a la boca. En Viridiana se nos muestra a los pobres como alimañas egoístas y ruines que no dudan en abusar de la confianza de aquellos que les proporcionan un hogar, comportándose de una forma poco adecuada (como unos cabrones, vamos) y llegando a robar. 

El discreto encanto de la burguesía: Efectivamente, Buñuel volvió a criticar ferozmente a la burguesía con esa película que trata principalmente sobre un grupo de ricachones acomodados que pierden la cabeza por mantener las apariencias, llenando sus vidas de hipocresía, corrupción y falso respeto. 

¿El argumento? Un par de matrimonios acomodados intentan comer juntos en varias ocasiones, pero cada vez que se disponen a ello son interrumpidos de una forma absurda y descabellada. A destacar la escena inicial del restaurante, donde no pueden cenar porque el dueño del local ha muerto y su funeral se está celebrando ¡en el mismo comedor!

Buñuel abusa (para bien) del factor onírico durante el tramo final de la película, que es un constante sueño dentro de otro sueño, dando lugar a secuencias tan cómicas como perturbadoras. Curiosamente, el director John Landis homenajeó este fragmento en una escena de su película Un hombre lobo americano en Londres.