jueves, 5 de marzo de 2015

No hay perdón en el infierno


Llevo muchos años grabando cortos de toda índole, unos con más pretensiones y otros con la única intención de pasar un buen rato, pero si algo han tenido en común ambas vertientes es que siempre, siempre ha habido complicaciones e imprevistos surgidos de hasta bajo las piedras. Quizá por esta razón, porque grabar un corto supone quebraderos de cabeza incluso cuando lo simplificas todo para que la tarea sea lo más fácil posible, admiro tanto a quien se atreve a grabar un cortometraje, y más aún cuando, al contrario de lo que hago yo, que soy un vago, intentan ir más allá sin medios ni presupuesto. 
Quiero decir, si se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo la grabación de mi cortometraje Video Room, en el que la ausencia de alardes no impidió las complicaciones y mis ganas de darme cabezazos, imaginad ambientar la historia en un campo de concentración Nazi. A mí no se me pasaría por la cabeza porque, como ya he dicho, soy un vago y siempre busco la forma de simplificar las cosas para llegar del punto A al punto B con los menores tropiezos posibles, pero por suerte hay autores como Carlos G. García que hacen las cosas de otra manera. 

No hay perdón en el infierno es una elegante historia de venganzas ambientada, de forma efectiva, en París, Alemania y España, siendo el director capaz de colárnosla pese a la falta de medios y presupuesto. De eso va esto del cine, amigos. 
El corto me ha tocado la fibra por una razón especial, y no me refiero al asunto del campo de concentración, los prisioneros y tal, sino por cómo refleja que incluso en una situación tan horrible puede haber lameculos que se vendan a aquellos que les están haciendo la puñeta. Os prometo que tengo que lidiar con lameculos así a diario, por eso estoy tan concienciado (y asqueado) con el tema. Ya sabéis, esto es igual que los currantes que votan al PP... 
¿Qué sentido tiene maltratar a tus semejantes cuando hay un enemigo común al que combatir? ¿No sería más lógico hacerse una piña y colaborar mutuamente? Vivimos en un mundo de locos en el que las cosas más obvias y coherentes son pisoteadas, y, al menos en mi opinión, de eso trata No hay perdón en el infierno. Quizá me esté pasando de listo, no sé. Ya me lo confirmará o desmentirá Carlos G. García, a quien tengo la suerte de conocer en persona. 

Al tratarse de un corto bastante ambicioso realizado de forma modesta, es normal que las goteras sean visibles. Me refiero a pequeños errores técnicos que realmente no tienen importancia, puesto que lo importante, el fondo (que en estos casos siempre ha de estar por encima de la forma), está intacto y perfectamente pulido. 

En definitiva, una propuesta valiente y muy bien ejecutada a la que le deseo toda la suerte del mundo y el mejor recorrido posible.  

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