Todd Phillips regresa a la
palestra con una película que le viene como anillo al dedo. Tras cerrar la
trilogía Resacón en Las Vegas, nadie
debería poner en duda la pericia de este director cuando se trata de contar
historias disparatadas sobre tíos que se meten en serios problemas por culpa de
sus malas decisiones.
War Dogs va de eso, aunque quizá no sea tan graciosa como cabría
esperar. Eso no es ni bueno ni malo, sólo que viendo el trailer, la sinopsis y
el director esperaba una comedia pura y dura que no he encontrado, pero eso no
significa que el material sea defectuoso, simplemente que mis expectativas eran
otras.
War Dogs trata sobre un joven y fracasado masajista Miami que,
harto de su aburrida y poco productiva vida, se embarca con un viejo amigo en
un proyecto tan rentable como peligroso: el tráfico de armas. Como es evidente,
los problemas no tardan en asomar las orejas.
Películas sobre el lado oscuro
del sueño americano y perdedores que deciden arriesgar su existencia metiéndose
en berenjenales siniestros hay muchas (Fargo,
Dolor y Dinero), de modo que cuando
uno ve War Dogs no puede esquivar la
sensación de deja vu. La película de
Phillips carece de entidad propia, porque si además de comprobar que la
historia parte de una base arquetípica (el mencionado perdedor que emprende
ilegalmente y la caga), en absoluto ayuda ese aroma a Scorsese tan evidente:
planos congelados, voz en off, negocios ilegales, auge y caída estrepitosa…
Todo eso lo hemos visto ya en Uno de los
nuestros, Casino o la reciente El lobo de Wall street.
Pero no pasa nada. Da igual que War Dogs sea un collage de otras
películas, porque al final resulta que es divertidísima y, aunque la
originalidad no sea su fuerte, cumple con su cometido más que de sobra, es
decir, entretener y presentarnos una historia que engancha y capta nuestro
interés por mucho que sepamos cómo suelen acabar estas películas.
Como he dicho antes, la película
puede parecer una comedia descacharrante sobre dos chavales que, viéndose hasta
los topes de pasta, se sumergen en el mundo del desenfreno, las mujeres y las
fiestas salvajes… Pero no, gracias a Dios no es eso. War Dogs resulta, no cruda ni adulta, tampoco nos pasemos, pero sí
más seria y comedida de lo que esperaba. Hay humor y hay momentos locos, pero jamás
se abusa de ellos. Puede decirse que War
Dogs está en tierra de nadie: demasiado graciosa para ser un drama y
demasiado seria para ser una comedia. Dicho de otra forma, la película nunca
llega a ser exagerada ni caricaturesca. Dentro de la locura que se nos cuenta
(basada en hechos reales, por cierto), siempre mantiene los pies en el suelo.
Todo esto aderezado con dos
actores protagonistas con química y talento: Miles Teller (quien ya protagonizó
la estupenda Whiplash) y el siempre gracioso,
incluso cuando no lo pretende, Jonah Hill, quien parece haber nacido para este
tipo de papeles.
No, War Dogs no es brillante ni una obra maestra de las que te cambian
la vida, pero sí es una película que gustosamente vería dos veces seguidas sin
que se me atragantase. Decir que es divertida sería quedarse corto.
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