lunes, 26 de noviembre de 2012

Pudridero (tomo 1)


A veces la total falta de profundidad, dobles lecturas y pretensión es una verdadera gozada para el espectador/lector que sólo desea evadirse, y si de verdad queremos pasar un buen rato sin complicaciones, la lectura de Pudridero es altamente recomendable.

Johnny Ryan, el absoluto autor de ésta gamberrada, nos sumerge en un planeta extraño y pesadillesco, comparable con el mismísimo infierno, por el que deambulan unos personajes aterradores, grotescos y agresivos que parecen estar buscando bronca las 24 horas del día.
En mitad de tan hostil paisaje se mueve nuestro héroe, Carantigua, un tipo con pinta de luchador mejicano que tiene por máscara una gran mancha de sangre, además de colmillos y orejas puntiagudas.
Por alguna razón que no sabemos (al menos no en éste primer tomo. Por lo que he leído en internet hay dos o tres tomos más que aún no se han editado en España, y espero que no tarden en hacerlo), Carantigua es lanzado al peligroso planeta desde una nave espacial, y una vez en tierra firme, tendrá que buscarse la vida y hacerse respetar a base de masacrar y devorar a sus enemigos, y realizar alguna que otra desagradable misión.
Desde que Carantigua llega al planeta (podemos adivinar que dicho planeta es una cárcel al aire libre, sin ley ni orden, dónde sólo cuenta la ley del más fuerte), todo es una sucesión de escenas desagradables, violencia gratuita, canibalismo, escatología e insultos (de hecho, el 99% de los escasos diálogos del cómic son insultos, amenazas de muerte y tacos).

El guión, como ya he dicho antes, carece de la más mínima profundidad, puesto que Ryan sólo pretende entretener al lector durante casi trescientas páginas, sin complicar las cosas y sin descanso alguno.

Es el cómic que un niño loco dibujaría con nueve o diez años. Un niño más interesado en mostrar espectacularidad, superficialidad y masacres que complejidad argumental.

Yo, sin ir más lejos, de pequeño también dibujaba cómics, y, para bien o para mal, se parecían a Pudridero. Historias con un mínimo hilo argumental que servía como excusa para mostrar a unos personajes que decían palabrotas, se disparan, hacían explotar cosas y mataban constantemente sin razón alguna. Tipos de gatillo fácil, porque para mí era mucho más divertido dibujar a un personaje recibiendo un balazo en la cabeza, que un paisaje o una habitación.
Aquellos cómics que yo dibujaba eran totalmente inocentes y libres, puesto que al no existir una "estrategia comercial", dibujaba lo que me daba la real gana, tuviese o no sentido. No se me ocurría pararme a pensar si lo que estaba dibujando tenía un mínimo de coherencia o gracia, porque ni sabía lo que era eso, ni me importaba.
¿Por qué os hablo de esos cómics que yo dibujaba siendo un crío? Porque es la mejor forma de describir el trabajo de Johnny Ryan.

El dibujo, pese a una simpleza que roza lo infantil, resulta verdaderamente efectivo y contundente, especialmente a la hora de mostrar gore y carnaza.
Pero Johnny Ryan no sólo se apoya en el dibujo y en la continua sucesión de escenas repletas de imaginativa violencia (digamos que Carantigua no se limita a cortar cabezas), sino que además nos muestra a unos monstruos que parecen sacados de alguna película chusca de Serie B ochentera, que no se conforman con morir cuando son desmembrados. De las heridas resurgen nuevos monstruos (mecánicos u orgánicos, al autor le da igual), y los miembros cercenados se convierten en peligrosos adversarios sedientos de sangre.

Pudridero es pura sinrazón. Violencia gratuita hecha papel y uno de los mayores divertimentos que podemos encontrar ahora mismo en la tienda de cómics más cercana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...