viernes, 3 de abril de 2015

The Black Panther


Internet te da una de cal y una de arena. Por una parte, hacer uso de la red de redes te obliga a leer muchas chorradas por ahí, de ésas que hacen que te den ganas de llorar y dar de baja el ADSL; por otra, es un pozo sin fondo de información que, para un cinéfago como yo, vale su peso en oro. Gracias a ese mar de datos he dado una película semi desconocida (casi me atrevería a prescindir del semi) y maravillosa. Una joya que hace que me pregunte cómo es posible que, tras veintitantos años consumiendo cine y pensando que ya lo conocía todo, todavía existan títulos interesantes tan ocultos entre la maleza. 

The Black Panther cuenta la historia real de Donald Neilson, un asesino en serie que aterrorizó a Ingleterra en la década de los 70. Algo así como el Zodiac inglés. 
Hasta aquí todo bien, nada que no hayamos visto ya, ¿verdad? La principal peculiaridad de la historia es que se nos narra la actividad de un asesino tremendamente torpe, ineficaz y cutre. Si cambiásemos levemente el tono de la película se convertiría automáticamente en una comedia negra, sin embargo todo está contado de forma fría y seria, incluso cruda (por ejemplo el trágico desenlace del secuestro de la chica, ocasionado, como todo en la película, por la torpeza del criminal), sin el menor atisbo de humor. Si a esto le sumamos que la película está basada en hechos reales y que, por tanto, las muertes que vemos ocurrieron de verdad, el efecto dramático se incrementa. No hay nada que haga gracia, pero luego vemos a ese asesino en serie al que todo, todo, todo le sale mal, y The Black Panther se transforma en una montaña rusa de emociones. Se nos cruzan los cables ante la paradoja de tono que propone el filme, porque sencillamente no sabemos si aterrarnos o esbozar una sonrisa. Es como si Zoolander la hubiese rodado Michael Haneke. El fondo irremediablemente humorístico está ahí, pero la forma en que la historia está narrada y rodada logra que en ningún momento sientas que estás viendo algo gracioso. 
Pero vamos a sumar un factor más a la ecuación. El asesino no mata por placer, sino por dinero para su familia. Realmente lo que busca es dinero, pero como todo le sale mal acaba matando a sus víctimas. 
El cóctel de emociones continúa, y el espectador ya no sabe qué hacer: sentir empatía, partirse de risa o aterrarse. ¿La razón? Tenemos a un criminal que actúa por el bienestar de su familia (pobrecito), pero la caga de forma constante (jaja, qué torpe) y eso le lleva a matar (¡cabrón!). 

The Black Panther es el ejemplo perfecto de que, en ocasiones, la línea que separa los géneros cinematográficos puede ser muy fina, y que en esos casos el cineasta ha de poseer un pulso de cirujano para tomar la dirección correcta y no cagarla. 

Muy recomendable. 

3 comentarios:

  1. Pues no la conocía, así que la apuntaré a la lista.

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    1. Espera, espera... ¿he comentado una película que no conoces? ¡Quiero mi puto trofeo!

      Ya me contarás qué tal, espero que te guste :D

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    2. Espera a que llegue en tu correo el No Premio Oficial de Cinéfago Diplomado muy pronto ;D

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