sábado, 2 de julio de 2016

El bosque de los suicidios


El bosque de Aokigahara, situado a los pies del monte Fuji, en Japón, es el lugar que muchos suicidas eligen cada año para quitarse la vida. Se desconocen los motivos, aunque hay quien especula con la tranquilidad y belleza del lugar o con algún tipo de influjo desconocido como las razones por las cuales este bosque posee tan triste y macabra fama.

Tratándose de un lugar tan espiritual como Japón, no podían faltar las historias de fantasmas y maldiciones relacionadas con el lugar, y no entiendo cómo han tardado tanto en hacer una película sobre este asunto.
¿El problema? Que la han hecho los americanos.

El argumento es muy sencillo. La protagonista (Natalie Dormer) descubre que su hermana gemela se ha adentrado en el bosque y lleva días sin dar señales de vida, así que ni corta ni perezosa toma un vuelo a Japón con la intención de adentrarse en el lugar y dar con ella.
El problema está en que en occidente no tenemos la sensibilidad que existe en oriente para abordar estas historias. Aquí solemos abarcar el tema de forma superficial e idiota, colando sustos baratos y sin gracia como en toda cinta de terror comercial que se precie. En el cine oriental esto no ocurre (o no suele ocurrir. Habrá excepciones, supongo) porque se toman el tema más en serio, y aunque al final la película resulte fallida, podemos tener por seguro que la parte relacionada con los espíritus habrá sido tratada como se merece, y de paso nos habrán puesto los pelos de punta. 

El bosque de los suicidios empieza más o menos bien, con un escenario escalofriante, una fotografía decente y una ambientación más que digna, pero poco a poco se le empiezan a ver las costuras por culpa de los típicos sustos con subida de volumen, y es ahí cuando descubrimos que todo ha sido un espejismo. Estamos ante otra película estándar de terror comercial, hecha sin imaginación ni talento y dando preferencia total al dinero en vez de al valor artístico.
Y si durante el metraje vamos viendo cositas que huelen mal, una vez llegados al minuto cincuenta aproximadamente la película es ya todo un desastre insalvable que desperdicia de la forma más descarada posible una idea tan buena y un escenario con tanto juego como lo es el bosque de Aokigahara.
Esperemos que dentro de un tiempo los japoneses hagan la película que este lugar merece, y si la vuelven a realizar en los Estados Unidos recemos para que el proyecto caiga en manos de un autor con talento y no en las de un asalariado.

En fin, no puedo decir que sea una película aburrida, pero sí una película entretenida que no me apetece volver a ver jamás. Mal asunto entonces, ¿no? 

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