jueves, 3 de noviembre de 2016

Desierto


Jonás Cuarón, hijo del conocido cineasta Alfonso Cuarón, es el director de Desierto, una curiosa película rodeada por una envoltura de cine de autor, cine de denuncia social, que en realidad es (además de eso) un survival lleno de tiros y muertos. El contraste.
Sí, cuando me dispuse a ver Desierto imaginaba un drama social sobre el tema de la inmigración mejicana, las fronteras estadounidenses, las aduanas y esas movidas que tanto juego dan para cascarse un drama con todas las de la ley, y os mentiría si dijera que Desierto no es, al menos en parte, eso… Pero añadiendo a la ecuación un psicópata dedicado en cuerpo y alma a cazar inmigrantes con su rifle de largo alcance.

La película nos cuenta cómo un grupo de inmigrantes mejicanos, cuyo objetivo es cruzar la frontera para llegar a los EEUU, acaban tirados en mitad del desierto cuando el camión que los transporta sufre una avería. Como si estar abandonados en un lugar hostil y con el agua justa no fuera suficiente, un perturbado mental (posible metáfora de Donald Trump), interpretado por el siempre sobresaliente Jeffrey Dean Morgan, se empeña en cazarlos uno a uno con la ayuda de un rifle y su fiel perro de presa. A partir de aquí, estos mejicanos liderados por Moisés (estupendo Gael García Bernal, como de costumbre) tendrán que hacer lo posible por sobrevivir y evitar ponerse a tiro del letal cazador.


Como ya he mencionado, la estética de la película, incluso parte de su premisa, contrasta con lo que de verdad acaba siendo el conjunto: una historia de supervivencia llena de tensión y horror. No es nada nuevo, puesto que esta historia del gato y el ratón nos la han contado ya mil veces, pero el resultado final es un título bien resuelto y con un ritmo que no decae jamás. Esto último se beneficia del escaso metraje, que no llega a los noventa minutos, y eso es bueno. Del mismo modo que durando lo que dura aprovecha los escasos recursos que ofrece la historia (transcurre en mitad del desierto, y ahí no hay mucho que rascar), consiguiendo salir del paso de una forma sobradamente digna y hábil, no quiero pensar cómo habría terminado esto si les hubiese dado por alargar la película hasta las habituales dos horas. Desierto dura lo que debe durar una película de este tipo, es decir, menos de hora y media. Salirse de ese esquema suele desembocar en el fracaso, y es que hay películas que por su premisa no deberían extenderse más allá de lo puramente necesario. Quince minutos de más pueden arruinar una película que hasta ese momento iba de perlas.


Desierto tiene sus fallos, por supuesto, y también cagadas que no pueden considerarse errores pero que algo dentro de ti grita que eso sobra, que eso no está bien. Por ejemplo, la obviedad de llamar al protagonista Moisés me parece un guiño bíblico descarado y poco sutil.
También hay que mencionar los bruscos cambios en las habilidades del villano con su rifle. Dicho de otra forma: su puntería se altera según le convenga al guionista. Lo mismo se cepilla a cinco blancos en movimiento, que falla un disparo que incluso yo sería capaz de acertar.
Los problemas de Desierto restan calidad pero ni mucho menos la estropean. No es una película de las que cambian la vida o revolucionan el cine, pero dentro de su trillada premisa hace todo lo posible por resultar original, y relativamente lo consigue.

La cuestión, lo que a mí me importa de verdad, es que me hizo pasar un buen rato sin mirar el reloj ni una sola vez. 

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