lunes, 26 de marzo de 2012

Matadero

Hace tiempo que trabajo en un libro de relatos de terror, y a decir verdad, lo tengo casi terminado. Creo que ya lo comenté por aquí hace unas semanas, cuando mendigaba sugerencias para un posible título (que ya tengo, por cierto).
Personalmente me repatea leer relatos en una pantalla de ordenador, y por eso mismo nunca me animo a publicar por aquí ninguno de mis relatos, pues tengo la impresión de que nadie lo leerá. Pero hoy me animo a subir el relato que, casi con seguridad, dará inicio al libro. Además, es el más corto de todos los que he escrito, así que leérselo en un monitor se hace bastante digerible. 
Sólo espero que os guste, aunque sea un poquitín.

MATADERO

Recuerdo un sueño que tuve. El sueño más real y físico que nadie podrá tener jamás, excepto yo.
   Todavía tengo la esperanza de despertar algún día.

Aparecí en un gran despacho con paredes de ladrillo descubierto e iluminado por la luz de un flexo y una solitaria bombilla en el techo. No había ventanas por las cuales ver el exterior.
   Una mesa de madera repleta de papeles amarillentos y desordenados. Un sillón de terciopelo rojo, polvoriento y ligeramente aceitoso. Una levísima neblina, casi imperceptible, inundaba el lugar.
   Estanterías con libros viejos, muchos de ellos tirados en el suelo abiertos por la mitad.
   Yo estaba allí, en mitad de aquella habitación, delante de la mesa. Todo estaba en silencio. Un silencio espeso, abrumador, agobiante, incómodo. Tuve la impresión de que el lugar fue abandonado por algún motivo que no alcanzaba a comprender. Abandonado y dejado a merced de fuerzas extrañas y despiadadas, provenientes de algún rincón del cosmos, infierno o la propia tierra. Fuerzas nunca antes conocidas, ni siquiera en las más tenebrosas leyendas o mitos.
   Me acerqué a la puerta y giré el pomo, redondo y lleno de una gruesa capa de óxido. Fuera del despacho encontré un corredor inmenso y muy amplio, iluminado por una tenue luz cuya fuente de procedencia no conseguía encontrar. Otros pasillos lo atravesaban cada pocos metros, dando una sensación laberíntica que no acababa de gustarme. Más bien me aterraba el no saber que encontraría tras las innumerables esquinas, pero prefería no pensar en ni siquiera avanzar unos cuantos pasos.
   Mis ideas dieron un vuelco cuando agudizando la vista pude distinguir un gran portón de madera al fondo del corredor.
   Nunca tuve un instinto de supervivencia desarrollado como otras personas, pero en aquella situación algo me decía que el lugar no era seguro. No se trataba solo de un edificio abandonado y maltrecho, silencioso y muerto. Algo me decía que entre aquellos muros de ladrillo se escondía alguien.
   No, aquello no era sólo una ruina sucia y triste. Aquello era un hogar.
   Olía a humedad y orina. A carnaza y entrañas. El hedor de un animal recién abierto en canal con todas las vísceras aún calientes.
   Caminé y me alejé del umbral de la puerta del despacho, pues a mi pesar debía abandonar la sensación de seguridad que me brindaba aquella habitación y llegar al portón de madera para salir.
   No me creeríais si os jurara y perjurara que me pareció ver brotar finísimos hilillos de sangre de entre los ladrillos que conformaban los infinitos, y lúgubres muros que se extendían ante mí. Intenté ignorar este hecho, pues mi cordura peligraba y lo último que quería era perder los nervios y la sangre fría.
   Al fondo de unos de los numerosos pasillos que cruzaban el corredor que me disponía a atravesar, vi unas extrañas formas en la penumbra. Digo en la penumbra por que dichos pasillos solo estaban iluminados hasta cierta distancia; unos diez metros calculé. El resto se iba sumiendo poco a poco en tinieblas, y entre aquella oscuridad me pareció ver varios cuerpos colgando del techo. Decapitados quizá y abiertos de arriba abajo con los brazos extendidos hasta el suelo, brillantes por la sangre chorreante que cubría aquellas carnes sin vida.
   No conseguía ver nada en claro debido a la penumbra reinante, pero creo que tampoco necesitaba saber a ciencia cierta lo que allí se ocultaba.
   Aceleré el paso ligeramente, pues sabía que si me echaba a correr enloquecería. Mis pisabas eran lo único audible desde hacía un rato y su sonido parecía extenderse entre todos los      recovecos y rincones de aquel edificio, retumbando levemente.
   Cada vez que pasaba junto a un pasillo no podía evitar desviar la mirada hacia su interior, descubriendo más y más cuerpos despiezados, muertos, manufacturados por un carnicero desquiciado.
   En el último pasillo, el más cercano al portón, vi. Algo que me dejó helado. Algo que hizo que me arrepintiera mucho más de estar en ese lugar.
   De nuevo, oculto entre sombras, una silueta inmóvil me observaba. No conseguí distinguir las facciones de aquella robusta persona encorvada y ataviada con un delantal o mandil mugriento. Empuñaba un machete, o eso me quiso parecer.
   De lo que no me cabía la menor duda era que fuese quien fuese, no estaba muerto, y de hecho, podría asegurar que fue él el carnicero loco del que antes hablaba. Un matarife surgido de aquel mundo de pesadilla onírico, pero tan real a la vez.
   Nos quedamos mirándonos un momento hasta que el carnicero dio un par de pasos hacia atrás y se perdió en la negrura del pasillo. Acto seguido empecé a escuchar un metálico sonido de cadenas o ganchos, no sabría decir, procedentes de aquella boca del lobo.
Me apresuré a abrir el enorme cerrojo del portón y empujar aquellas maderas reforzadas con barras de hierro desgastado.
   Entonces me topé con el exterior, una visión tan o más aterradora que la que encontré tras los muros de aquella especie de factoría que acababa de abandonar.
   Ante mí, un enorme páramo desértico con tierras de un color cobrizo, salpicado de matorrales muertos y secos.
   Corría un silbante viento que formaba veloces fantasmas de polvo, y estos pasaban delante de mí. Tenía que cubrirme los ojos para que no me entrase arena.
   El horizonte no dejaba ver montaña o colina alguna. Todo era una inmensa llanura sin vida, desolada y árida.
   Un cielo rojo, manchado con nubarrones negros que cambiaban de forma rápidamente, como si reptaran de un lado a otro me hizo comprender que aquel lugar no era mi mundo.
   ¿Cómo había llegado hasta allí? No lo sé. No puedo saberlo,   pero de lo que si estaba seguro era que no tenía a dónde ir. De  que aquel lugar pertenecía a otro plano existencial, dimensional o Dios sabe qué.
   Llorando desesperanzado, caí de rodillas y comencé a oír unas voces en mi cabeza, fruto de la locura quizás. Tampoco tenía una respuesta para aquel perturbador suceso. Algunas de esas voces y lamentos me eran familiares.
   Escuché a una mujer llorar y gritar. Mi mujer. Podía reconocerla claramente. Mi amor...
  -¡Cariño! ¡Despierta... por favor, despierta! –balbuceaba entre llantos desgarradores.
   Otra voz, desconocida para mí, la interrumpió:
  -Lo siento, señora… no hemos podido salvar la vida de su esposo –dijo.

4 comentarios:

  1. Ten en cuenta cuando leas mi comentario que mi estilo de escribir, si lees alguno de los cuentos que he puesto en el blog, es más bien directo y visual, sin utilizar excesivamente adjetivos ni crear una atmósfera, más bien se trata de presentar unos hechos. Por tanto, son comentarios basados en mi estilo y mi manera de narrar y en ese sentido has de interpretarlo.

    La idea central es buena, pero yo eliminaría las primeras frases y empezaría directamente con "Aparecí...", creo que puede ser más desasosegante no saber qué está pasando ni si es real o no. Tras "descubierto" cambiaría la conjunción por una coma. Y teniendo en cuenta que si no hay ventanas no hay nada que ver, eliminaría también "por las cuales ver el exterior". "Inundaba" no es una expresión correcta referida a un fenómeno físico como la niebla, se aplica a elementos de agua. Podrías cambiarlo por algo del estilo "Una levísima niebla, casi imperceptible, hacía que parecía que aquel lugar lo veía a través de un fino velo (donde se puede introducir un elemento mortuorio como un sudario o algo por el estilo)", pero es sólo una sugerencia.

    Si los libros están en las estanterías no pueden estar tirados por el suelo. Sería más correcto "estanterías con libros viejos. Más libros tirados..." o "estanterías llenas de libros viejos. En el suelo, libros viejos, caídos (como ángeles caídos, o sea: demonios).

    "provenientes de algún rincón del cosmos, infierno o la propia tierra". La expresión correcta sería "del cosmos, del infierno o de la propia tierra". Aunque creo que es una frase que le resta fuerza al concepto ya que parece sacada de un relato de Lovecraft.

    "Mis ideas dieron un vuelco", creo que sería mejor decir "el estómago me dio un vuelco". Si quieres algo más exagerado del estilo "sentí el metálico sabor del miedo llenaba mi boca", pero creo que es algo demasiado melodramático.

    "No me creeríais si os jurara y perjurara que me pareció ver". Esto lo eliminaría, es más efectivo simplemente "vi".

    La sangre sólo "chorrea" en heridas recientes, así que si quieres dar la sensación de cuerpos que llevan mucho tiempo allí sería mejor hablar de sangre seca. Además, la sangre seca tiene un aspecto oxidado que puedes relacionar con el óxido de la puerta. Por otro lado, tal y como aparece descrito, los cuerpos colgando son muy reminiscentes del Tren de la carne de medianoche de Clive Barker. Si es algo intencionado, perfecto, si no añade algún detalle personal. Tal vez las heridas forman dibujos o cabezas que siguen parpadeando.

    En cuanto al final, creo que sería interesante incluir una mayor interacción entre la realidad "real" y la que vive el narrador. Por ejemplo, campanas fúnebres o sirenas aullando cuando el narrador "muere" y la máquina alerta que el corazón se ha parado. Es decir, en el relato sólo se leería tal y como lo experimenta el narrador, la asociación sería en la cabeza del lector.

    También eliminaría la presencia de la esposa y dejaría algo dicho por un médico pero que fuera más clínico (algo del estilo "paciente fallecido a las...") y que llegase al narrador como un eco o la voz de Dios o lo identificase con el carnicero loco que lo acecha.

    Espero que te parezcan sugerencias interesantes. El cuento es bastante interesante así que espero que publiques más en el blog.

    ResponderEliminar
  2. Raül, muchas gracias por las sugerencias. Aún tengo que pulir algunas cosillas, y con esos consejos que me has dado me será más sencillo.

    ResponderEliminar
  3. Acabo de terminar Yo, robot y hay una parte en un capítulo que me ha recordado bastante a esto, supongo que por tenerlo reciente. Trata de lo que viven dos viajeros que "mueren" y son recompuestos en un salto interestelar. Lo tuyo con un tono mucho más tétrico, claro.

    De lo que te comenta Raül, la verdad es que estoy de acuerdo con todo y creo que debes tomártelo bien (y creo que así lo haces) porque en internet hay mucho soplapollismo y la gente no suele decir lo que realmente piensa, pero creo que son buenos consejos lo que te da. Y ojo, el relato mola, es sólo pulir alguna cosilla.

    La frase «Empuñaba un machete, o eso me quiso parecer» me ha parecido cojonuda.

    ResponderEliminar
  4. Einer, como ya he dicho antes, agradezco el comentario de Raül. En cierta forma he subido el relato para saber las opiniones de los demás, por si considero necesario pulir algunas cosas, aunque tenía pensado hacerlo de todas formas. De hecho, tengo pensado releerme todos los relatos que he escrito antes de maquetar el libro, con la intención de no arrepentirme de nada una vez que el libro esté acabado (y aún así siempre encontraré algo de lo que no esté plenamente satisfecho jaja)

    Y me alegra que te haya gustado el relato!

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...