Eli Roth tiene un problema, el
mismo que Robert Rodríguez: no se toma en serio el oficio de hacer cine. Hace
lo que quiere, y posiblemente esté encantado con su carrera cinematográfica,
pero si cuidase un poco más sus productos y los dotase de un mínimo de seriedad
ganaría enteros.
Se trata de un director que
trabaja con historias de gran potencial, pero éste se ve lastrado al estar
lleno de chuflas y momentos más propios de una comedia. Cabin Fever, la ópera
prima de Eli Roth, trataba el tema de las pandemias y los virus asesinos, algo
que hubiese dado para un filme aterrador y agobiante, pero queda en nada por
culpa del tono jocoso del conjunto, donde por encima de todo prima el
disparate.
Luego está Hostel, otra película
que de haberse tomado en serio, con esa idea base de la que parte su trama,
habría resultado un título perturbador como pocos. Sin embargo, en manos de Eli
Roth no pasa de ser una broma con algún que otro momento angustioso e
inquietante.

The Green Inferno, el cariñoso
homenaje que Eli Roth rinde al viejo (y bestia) cine de caníbales, como
Holocausto Caníbal, Comidos Vivos o Caníbal Feroz, vuelve a caer en los mismos
errores de siempre, aunque en esta ocasión me los he visto venir. De nuevo se
nos presenta una materia prima que hubiera dado para una película terrorífica y
desquiciante, pero que por culpa de unos momentos cómicos, escatológicos o
simplemente fuera de lugar, no acaba de cuajar. Y que conste en acta que me ha
gustado y he pasado un buen rato viéndola, pero sigo opinando que las películas
de Eli Roth podrían estar mucho mejor si éste pusiera algo más de cuidado en su
realización. Está bien que no se tengan demasiadas pretensiones… ¡pero no tan
pocas!
El argumento es ya de por sí un
chiste: un grupo de activistas viaja al Amazonas para proteger a unos indígenas
cuyo hogar, la jungla, está siendo arrasado. Cuando los activistas pretenden
volver a casa sufren un accidente aéreo y terminan siendo las víctimas (y el
almuerzo) de los mismos indígenas a los que pretendían ayudar.
Por supuesto que hay gore,
sangre, muerte y unos efectos especiales bastante decentes, pero por culpa del
tono mayormente chusco y paródico nada llega a impactar de verdad. Le ocurre
igual que a Hostel: el conjunto es divertido y está salpicado de buenos
momentos, pero la película pedía a gritos una realización más seria, cuidada y
exenta de bromas.
No obstante, si tenemos claro lo
que vamos a ver, conocemos cómo se las gasta Eli Roth y no ponemos el listón demasiado alto, podremos pasar un rato
divertido.
Precisamente por eso me cae tan bien. Su cine podrá gustar o gustar menos, pero el tío es honesto y hace lo que le gusta. No se vende.
ResponderEliminar