La guarida del gusano blanco

Bram Stoker es uno de esos escritores  que son conocidos por un único libro, Drácula en este caso. Sin embargo, Stoker tiene por ahí otros trabajos infinitamente menos conocidos que la novela del vampiro más famoso de la historia. La madriguera del gusano blanco es uno de esos libros, además de ser su última obra antes de morir.

Al parecer, Stoker escribió esta novela bajo la influencia de sustancias alucinógenas, de ahí que en ocasiones resulte tan psicodélica y extraña.

De todas maneras, de lo que quiero hablar es de la película, dirigida por Ken Russell y estrenada sin pena ni gloria en 1988.

Tratándose de una adaptación de una novela de Bram Stoker, uno espera encontrar vampiros, ya que es un autor irremediablemente asociado a esta temática, pero lo cierto es que la historia se asemeja más a algún relato de Lovecraft, pues el tema de los ritos, las viejas leyendas y la adoración y cultos a seres primigenios está muy presente.

El argumento gira en torno a un ricachón inglés con un antiguo antepasado medieval que, al parecer, mató a una gigantesca serpiente blanca que aterrorizaba el lugar. Sin embargo, entre los lugareños, se empieza a comentar que dicha serpiente sigue rondando la zona, y que ya lleva varias víctimas a sus espaldas.

Ken Russell hizo una película de terror bastante convencional, pero es imposible negar que dentro de esa “normalidad” existen ciertos elementos que engrandecen la película y la hacen tener algo distinto y especial.

Por ejemplo, resulta sorprendentemente blasfema, con escenas de monjas empaladas, Cristo siendo mordido por una enorme serpiente, etc.

Otro punto que me llamó la atención fue el planteamiento de las varias secuencias oníricas que se van sucediendo a lo largo del metraje. Es precisamente en estas escenas dónde encontramos los elementos blasfemos.

A decir verdad, están hechas de una forma muy rutinaria, con cromas verdaderamente cutres, pero eso, pese a que pueda parecer lo contrario, le otorga a esas secuencias un aire más bizarro, surrealista y cargadas de una psicodelia pesadillesca que, personalmente, me da muy mal rollo.

En La guarida del gusano blanco no hay elementos vampíricos, sino “reptilianos”, por decirlo de alguna manera. Estos monstruos tienen la capacidad de infectar a la gente mediante un mordisco, al igual que los vampiros, pero también tienen sus puntos débiles, como por ejemplo escuchar música de flauta o similar, cosa que los hipnotiza sin que ellos puedan remediarlo.

La principal villana de la función es Lady Sylvia Marsh, una de estas peligrosas criaturas, encargada de rendirle culto al gusano blanco y de proporcionarle carne humana y sacrificios.

En el reparto de la película no hay caras conocidas, salvo un primerizo Hugh Grant, actor que no me disgusta pero que no suele hacer películas que me interesen.