La novela homónima en que se basa The Meg, escrita por Steve
Alten, y sus correspondientes secuelas, cuentan con un número bastante alto de
fans y seguidores que esperaban como agua de mayo la adaptación
cinematográfica, la cual llevaba intentando salir adelante, sin éxito, desde el
2000. Algunos de los directores asociados al proyecto fueron Jan de Bont,
Guillermo del Toro y Eli Roth. No sé qué habrían hecho ellos, pero seguro que
algo más potable y digno que lo de Jon Turteltaub. La cuestión es que al final,
tras casi 20 años, han conseguido hacer la dichosa película.
El director elegido es alguien que no me dice nada, pero
tampoco esperaba encontrar una película con personalidad, ya que este tipo de
cine está hecho por productores, no por cineastas, de modo que el resultado
suele ser poco o nada personal y carente de valor artístico. Un producto
realizado en cadena de montaje, con la misma personalidad de una pizza
congelada respecto a una hecha en casa con cariño y buenos ingredientes. Pero
como iba con las ideas claras, sabiendo a lo que me enfrentaba, esperaba que al
menos The Meg me ofreciese un par de horas de entretenimiento loco, gamberro y
desvergonzado… pero oye, ni eso.
The Meg es de esas películas que todo el mundo pone a parir
menos yo (como Iron Man 3 o Prometheus). Yo soy el que sale del cine
satisfecho, alegando que la película no pretendía otra cosa que entretener y
evadir. Jason Stathan contra un tiburón prehistórico, ¿qué queréis, trasfondo y
metáforas? ¡Sacaos la escoba del culo, hombre!
Y sin embargo, no puedo defenderla. Estoy de acuerdo con
todos, es una mierda. Me ha parecido una película lamentable con la que hay que
tirar de imaginación si se pretende encontrar en ella algo positivo.
The Meg no funciona a ningún nivel, y para colmo es
aburrida.
1: El tono
Si vas a hacer una película sobre un megalodón contra Jason
Stathan, no te queda más remedio que recurrir a la parodia, la tontería, la
locura. Si intentas sacar de ahí algo mínimamente serio, te caes con todo el
equipo.
Stathan es un actor malísimo que no sabe interpretar más que
a un personaje (el que lleva interpretando toda su carrera. De hecho, creo que
todas sus películas forman parte de la misma saga) y poner dos caras como
máximo, pero aquí podría haberse marcado un papel resultón, ya que la premisa
da para un protagonista chulo, malhablado y pendenciero, como Bruce Willis en
El último boy scout o algo así. Pero no, el protagonista carece de carisma,
tanto como su compañera, la insípida Ruby Rose, que es todavía peor actriz.
Estoy cebándome con Stathan, pero la realidad es que todo el
reparto está para dárselo de comer a los cerdos.
Lo que quiero decir con esto es que, ya que la película,
artísticamente hablando (porque el trabajo del director es inexistente y ni voy
a mencionarlo), es nula, lo mínimo sería tomarse el asunto a cachondeo y tirar
la casa por la ventana en lo que a guasa se refiere. Pero The Meg está en
tierra de nadie: demasiado seria para ser graciosa, y demasiado graciosa para
ser seria. Cuando pretende ponerse seria (algo que no debería ni intentar), la
cosa no funciona porque ni el tono ni la premisa son los de una película seria;
y cuando intenta ser graciosa tampoco lo consigue porque no tiene chispa. Es un
huevo sin sal.
2: La estética
No diré que parece un telefilme porque esa frase empieza a
ser demasiado recurrente, y además no creo que parezca tal cosa, pero desde
luego su estética es impropia de una película cara. Normalmente, cuando una
película es aburrida se lo achacamos al guión o el ritmo, pero os aseguro que la
estética (trabajo de cámara, fotografía) también cuenta, y en este caso es muy
aburrida, lo cual contribuye a que The Meg sea un tostón.
Vale, no quiero engañar a nadie ni a mí mismo: PARECE UN
TELEFILME.
3: Descafeinada
Puede que este sea el punto que más me molesta.
Imaginad que cogemos una película para mayores de 18 años y
la modificamos, cambiando y quitando cosas, con la intención de conseguir una
calificación para mayores de 13. El resultado sería un engendro, ¿verdad? Eso
es porque cada película tiene su público, lo que significa que si algo es para
mayores de 18, debe ser para mayores de 18. Amoldar esa calificación a edades
más jóvenes, supone hacer un destrozo. Una película para mayores de 18 no puede
ser para nadie más, del mismo modo que no podemos incluir un personaje
esnifando cocaína en una película de Pixar.
En The Meg tenemos a un tiburón prehistórico desatado, y sin
embargo la película es para mayores de 13 porque así se recauda más, se llega a
más espectro de público y tal y tal. Una película que debería haber sido
gamberra y sangrienta, porque es lo que la historia REQUIERE, pero en lugar de
eso nos encontramos con un producto nada gamberro y nada sangriento. Una
peliculita que no se moja ni arriesga.
Piraña 3D es un tostón porque tarda horrores en arrancar y
llegar a la parte buena, pero al menos es una película adulta, con sangre,
desnudos gratuitos, mala leche y mucha, mucha casquería… aunque solo sea
durante los 20 minutos finales. Incluso sale una piraña escupiendo el pene de
una de sus víctimas, y al ser en 3D lo escupe directamente hacia la cara del
espectador… ¡¡UNA POLLA!! ¿Sabéis qué es lo más gamberro que veréis en The Meg?
La escena en la que el bicho se zampa una ballena bebé… ¡Venga ya!
The Meg es un despropósito que no destaca en nada positivo.
Hay que tener muy pocas ganas de trabajar para lograr que una película sobre un
tiburón de 25 metros
intentando matar a Jason Stathan no sea nada espectacular. Es que ni queriendo
se consigue algo así, tan insípido y carente de buenas ideas.
Conclusión: los guionistas deberían de haberse aliñado
las neuronas con sustancias ilegales antes de ponerse a escribir. Quizá así
hubiesen producido algo con más gracia y salsa picante que esta tontería con
tiburón para toda la familia.