No hace falta ver Trainspotting 2 para saber que no supondrá lo que supuso la primera entrega.
Aquella película gamberra, atrevida y dura, muy dura, alteró a toda una
generación (aunque yo la descubrí bastante tarde) y se convirtió en un clásico
de culto instantáneo. La escena inicial al ritmo de Iggy Pop y su Lust for life, con ese largo monólogo
sobre las cosas que hay que elegir en la vida, es casi un himno para aquellos
que vivieron el momento dorado de Trainspotting.
Ahora, después de casi dos
décadas, llega Trainspotting 2
siguiendo la reciente estela de secuelas tardías (Jurassic World, Mad Max:
Fury Road o la inminente Blade
Runner 2049), y lo hace con bastante soltura y calidad.
Es innegable que el factor
sorpresa se ha perdido, pero eso no significa que la película sea mala ni poco
disfrutable.
Basada en la novela Porno, de Irvine Welsh, que a su vez es
la secuela de la novela en la que se basa la película original, Trainspotting 2 (no ha habido huevos de
titularla igual que el libro) es en realidad muy distinta a su antecesora.
Regresa a lugares ya conocidos y está llena de guiños nostálgicos que harán las
delicias de los fans, pero por suerte no se basa únicamente en el regodeo
nostálgico. Trainspotting 2 tiene
alma propia, y aunque el director, el reparto y el tono gamberro sean los
mismos, esta secuela tiene un aroma distinto, y eso se agradece. Vamos, que no
es un refrito para sacarle la pasta a los fans. Trainspotting 2 tiene algo que aportar.
Si la película original narraba
el día a día de un grupo de drogadictos sin futuro, la secuela se estructura de
un modo más formal, más de película.
Hay una historia definida, un objetivo, un villano… No digo que esto sea mejor,
solo que le da a la película entidad propia. Original y secuela son distintas,
muy distintas, pero se complementan.
El reencuentro con estos
personajes que dejamos atrás hace veinte años, siendo interpretados otra vez
por el mismo reparto, ha sido de lo más estimulante. Algunos de ellos han
evolucionado (no necesariamente para bien), mientras que otros continúan
anclados en la misma espiral de drogas y vicio. No obstante, Trainspotting 2 es, a su manera, mucho
más optimista que su oscura, deprimente y sucia primera parte. El broche final
de la película es un destello de luz necesario después de tanta miseria.
También es, como cabría esperar
teniendo en cuenta los antecedentes y al director tras la cámara, Danny Boyle,
una cinta de gran poder audiovisual. La banda sonora posee mucha fuerza e
importancia, y las virguerías visuales psicodélicas, heredadas de la película
de los 90, están presentes desde el primer momento.
Trainspotting 2 no puede significar lo mismo que aquella primera parte
ni plantar cara a algo tan irracional como la nostalgia de los fans, pero desde
luego es una digna continuación y una muy buena película que cierra, como es
debido, la historia de estos personajes.
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